La chica que dormía con una caja de fósforos

2022-05-28 06:12:49 By : Ms. Angela Zeng

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lunes 23 de mayo de 2022 - Neuquén, Argentina

La madrugada del 15 de septiembre de 2017, en una localidad cordillerana de Neuquén, se desató un incendio en una humilde vivienda de tan solo 36 metros cuadrados donde vivía una pareja con sus tres hijos.

Las llamas consumieron rápidamente la precaria construcción mientras el padre logró poner a salvo a casi todos, menos a su hijo de 13 años que murió incinerado mientras dormía.

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El siniestro se resumió en una tragedia, un accidente fatal y lamentable, como los que suelen ocurrir en casillas cuyos materiales están en punto de ignición y la calefacción con salamandras y pantallas termina siendo el detonante.

Lo cierto es que detrás de esa tragedia, hay una sórdida historia de una joven de 17 años que sufrió maltrato infantil y bullying.

El estrés que padecía favoreció que brotara un cuadro de disociación por el cual apareció Alice en su interior. En un principio le sirvió de apoyo, refugio y consuelo ante tanta adversidad que no comprendía. Pero luego, Alice se transformó en su gran lucha interna.

La carencia de especialistas que le realizaran un correcto abordaje, primero en la localidad y luego en el hospital regional, fue su acta de defunción.

Desde niña padeció la violencia que ejercía su padre hacia su madre y el resto de los integrantes de la familia. Esto lo destacan distintos informes psicosociales y forenses.

El maltrato infantil genera estragos en la psiquis de los niños.

Por pequeñas cosas de niños el padre les pegaba y la madre, con el tiempo, se transformó en un testigo mudo de esas golpizas. Recién cuando se instalaron en la zona cordillerana neuquina hubo una intervención del equipo psicosocial de la escuela. La adolescente reveló no solo el maltrato infantil que había sufrido, sino también el bullying escolar que padeció de manera continua.

Por ese motivo, en 2014, se la atendió en la guardia del hospital de la localidad, donde ella explicó que tenía mucha tristeza y malestar.

Si bien se le recomendó un tratamiento psicoterapéutico, no lo pudo sostener.

Lo que no se supo es si fue por cuestiones económicas o por algún tipo de condicionamiento de parte de los padres para que no siguiera develando lo que ocurría puertas adentro de la casa.

“En algún momento se sospechó de abuso sexual, pero nunca se lo pudo comprobar”, reveló una fuente que participó en el caso.

Entre 2016 y 2017, la joven ingresó por sus propios medios al hospital de la localidad solicitando atención, pero desde lo más profundo de su ser emergía un grito estremecedor por el cual clamaba ayuda. Necesitaba que alguien le brindara las herramientas que ella no tenía, porque ya no soportaba vivir y todo esto estaba a la vista.

Tuvo siete ingresos al hospital de la localidad cordillerana. El 15 de junio de 2016 entró al advertir que tenía una ideación suicida y autoagresiones. Extendió los brazos y se observaron claros cortes superficiales en sus antebrazos. Estuvo dos días internada y luego la mandaron de regreso a su casa. Ahí quedó en evidencia que los especialistas en Salud Mental del hospital no supieron hacer una correcta lectura o bien subestimaron el cuadro que presentaba esta chica que estaba atentando contra su vida.

Cuatro meses después, el 9 de octubre, entró con una crisis de llanto y angustia. ¿Qué les dijo a los médicos? “No quiero vivir más en mi casa, gritó para que se den cuenta de que existo”, reveló la joven, que advirtió la presencia de una voz que le hablaba en tono imperativo y le decía cosas injuriantes. Era Alice.

En esa ocasión, estuvo diez días internada y se le brindó un tratamiento psicofarmacológico. ¿Y qué pasó luego? La mandaron a la casa.

En el hospital la volvieron a ver llegar el 22 de mayo de 2017, pero esta vez no fue ella caminando, sino que la llevaron intoxicada con 8 miligramos de clonazepam. La tentativa de muerte se desencadenó a partir de que su hermano de 15 años le dijera “fracasada”.

Nadie interpretó que esa joven necesitaba una intervención, al igual que toda la familia.

Solo la tuvieron dos días internada y la enviaron de regreso a su precaria casa expulsiva.

El 4 de junio y posteriormente el 12 de julio de 2017, una vez más fue por sus propios medios a internarse y advirtió que había tenido ideación autoagresiva, todo sugerido por Alice.

Las señales estaban a la vista, pero eligieron no verlas. Solo se limitaron a redactar un informe donde detallaron: “Antecedentes familiares, una tía con depresión y un primo segundo con suicidio consumado”.

Cuando ocurrió la tragedia, los medios no hurgaron más allá de las cenizas que quedaron esa madrugada del 15 de septiembre de 2017. Incluso, se destacó el rol del padre porque el hombre contó que estaba acostado cuando comenzó a sentir olor a humo y de inmediato se levantó y logró auxiliar a su familia.

Salvó a sus hijos, pero las llamas se interpusieron como un muro cuando intentó rescatar al de 13 años, que murió incinerado mientras dormía.

El equipo psicosocial trabajó con el resto de los integrantes de la familia para ayudarlos a atravesar el duelo, mientras la hija fue derivada al área de Salud Mental del Castro Rendón.

Por otro lado, las pericias de los bomberos se guardaron bajo siete llaves, porque dieron cuenta de que lo que pareció una tragedia accidental en realidad arrancó de forma deliberada.

La fiscalía de la zona pidió a los bomberos las respectivas pericias para establecer cuál fue la génesis y la dinámica del siniestro.

En el informe describieron: “La vivienda no posee cercado perimetral o similar. La construcción es de una sola planta, de madera en su totalidad, montada sobre una base de hormigón, con una superficie de 6,22 metros por 6,85 metros, con techo a dos aguas recubierto con chapa de zinc”. Agregaron que la madera era cantonera, en sus cuatro paredes, y poseía tirantes que sostenían el techo. Además, había un solo ingreso que daba a la cocina comedor, después se levantaba una división que daba forma a tres habitaciones. “Todos estos ambientes fueron destruidos por el accionar del fuego”, reza el informe.

Los bomberos aclararon que el predio y las casas instaladas poseían un pilar que alimentaba de luz, en forma clandestina, a todas las viviendas, por lo que se sospechó de un cortocircuito, aunque luego se descartó.

“Existió una zona de origen del fuego, ubicada en el interior de la vivienda familiar, más precisamente en la habitación ubicada en el centro y ocupada por la joven”, se estableció en las pericias.

El accionar de las llamas permitió la destrucción íntegra de los elementos combustibles como muebles, prendas de vestir y la estructura edilicia.

En la medida en que se alejaban los peritos de la habitación de la joven, decrecían las afectaciones en el resto de la vivienda, que quedó totalmente destruida, “reduciéndose todo a carbón y cenizas”.

En la hipótesis causal del siniestro, los peritos remarcan que el inicio fue en la habitación de la joven y que no hay ningún elemento “anómalo que indique que fue accidental”. Esto los llevó a avanzar sobre la teoría de un hecho intencional: “Es notable el poder calorífico que fue emanado por un material combustible muy inflamable como colchón, prendas de vestir de polímero, etc. Surge entonces que la fuente térmica pudo ser suministrada por un agente externo, posiblemente representado por la acción deliberada de algún morador, precisamente en la habitación de la joven, mediante la utilización de un generador de llama libre como un encendedor, fósforos o cartón que suministró calor constante a algún elemento habido dentro de la habitación capaz de arder y muy inflamable”.

Por último, explicaron que, al intentar salir de la casa, “los ocupantes abrieron la puerta y proporcionaron el comburente necesario (oxígeno) para que el proceso combustivo se desarrolle en forma plena y total, perdiendo la vida el adolescente de 13 años”.

Personal del equipo de la Defensoría de los Derechos del Niño y Adolescente se acercó a las 4 de la madrugada para tomar contacto con la adolescente y el resto del grupo familiar.

“La joven se encuentra angustiada, con llanto y sin objetivarse sintomatología psicótica aguda”, dio cuenta el informe realizado el mismo día de la tragedia.

Lo que explica la psicóloga que la trató es que la joven le contó que “despertó en horas de la madrugada, tuvo una crisis en la que presentó ideas de muerte, posteriormente pensó en salir de la casa y una vez que se había puesto las zapatillas, tomó una caja de fósforos y prendió fuego su propio colchón, luego permaneció unos minutos ‘mirando el fuego’, hasta que tomó conciencia de la gravedad de su acto y fue en busca de su padre a la habitación de al lado. Logró salir con su familia, a excepción de su hermano de 13 que murió”.

La joven sintió culpa, vergüenza de volver con sus padres, y explicó que lo hizo sin pensar, impulsivamente, y si bien negó haber experimentado alucinaciones, por otro lado, reveló: “Alice me dijo que destruya todo”.

La adolescente en la entrevista expresó: “Espero que mis padres no sigan pensando que eran solo caprichos”. Consultó si sería condenada y manifestó sus intenciones de internarse en una institución psiquiátrica. Luego, fue a la cama que le asignaron en el hospital y durmió.

Alice y el país del horror

Alice apareció en la vida de esta joven a los 9 años, cuando la violencia familiar ya se manifestaba y el bullying escolar era una constante que se extendió también en la secundaria.

“Lo que padeció esta joven fue una disociación, que es donde aparece Alice”, explicó una especialista que trabajó en el caso. “Es una disociación estructural de la personalidad que se observa en personas con trauma complejo”, detalló otro especialista que observó a la joven.

Ella no solo escuchaba a Alice, sino que “en ocasiones la veía, tratándose de una mujer de su edad, de pelo blanco y ojos claros”. El dato quedó plasmado en uno de los informes.

¿Por qué se produce esta disociación? “Esto responde a episodios de vida a los que ella no puede dar respuesta. No puede entender y le genera confusión ser víctima de las personas que tienen que darle protección”, detalló la fuente.

A su vez, el otro profesional agregó: “Alice es producto de una parte interna de ella, violenta, agresiva, que no puede admitir su personalidad. Cuando este aspecto se manifiesta, puede tomar el control”.

Tal como lo revelaron los profesionales, Alice apareció inicialmente como una compañía que la consolaba y charlaba con ella, luego se transformó en alguien que manifestaba la violencia que ella no podía. Eso se visibilizó cuando contó que Alice la incitaba a “quemar la casa, lastimarse o eliminar a los padres”.

Todo esto es producto de la extrema indefensión de la joven, ya sea frente a sus padres como ante sus compañeros que le hacían bullying.

Eligió un rol de chico invisible, donde mientras no la vieran se sentía a resguardo. El estrés que sufría y el no poder plantarse ante esa adversidad le permitieron a Alice imponerse. Tras recibir la orden de Alice de destruir todo, tomó los fósforos y prendió fuego el colchón, lo que desató la tragedia de su hermano de 13.

“Alice había tomado tanto poder, que para neutralizarla necesitaba ayuda profesional. Al no tener el tratamiento necesario para integrar a Alice, que era la violencia que ella reprimía, no tuvo mayor margen”, detallaron.

Los que pudieron entrevistarla y abordarla confiaron que la chica, cuando se conectaba con su realidad, descubría que estaba sola, la familia no la quería y su hermano había muerto porque ella prendió fuego el colchón. No eran situaciones fáciles de digerir.

A esto se le sumó un episodio que vivió mientras estaba en Salud Mental del hospital Castro Rendón y recibió un paquete de la madre. Era una torta que decía “Gracias”; ese día era el cumpleaños del hermano que había muerto. Esto fue un golpe muy duro.

“Alice le ganó la pulseada cuando le ordenó quemar el colchón. Después, bienvenidos al país de la locura”, resumió la especialista.

Acá entramos en una zona oscura de la salud mental, donde los especialistas del Castro Rendón buscan que no haya pacientes internados.

Esto ha generado -y todavía lo genera- un debate de fondo que no hay que seguir dilatando porque existen antecedentes temerarios.

“Hablaron de simulación y tuvieron un enfrentamiento con los expertos del Cuerpo Médico Forense. Es más, los médicos del Castro Rendón hicieron gestiones ante Desarrollo Social para que le financiaran un departamento o una habitación en una pensión”, reveló un pesquisa del caso.

Lo que no querían ver en el Castro Rendón era lo que advertían los forenses y que figura en el informe elevado a la fiscalía el 4 de enero de 2018.

La joven y sus hermanos habían padecido una violencia continua de parte de su padre. Los golpes hacia ella disminuyeron “cuando aparecieron sus síntomas traumáticos en forma más ostensible, autolesiones, intentos de suicidio, pensamientos atípicos e insidiosos”.

Los forenses que la entrevistaron la vieron siempre con un lenguaje corporal de abatimiento.

De las entrevistas surgió la violencia infantil “grave y crónica por parte de su padre, e indiferencia y falta de empatía de su madre”. Además, manifestó dificultades para “comunicarse con su familia, también con su grupo de pares y personas que la rodean en general, lo que repercute en un sufrido aislamiento”.

“Refleja una actitud ante la vida caracterizada por la apatía, abulia y desesperanza, impregnada por la falta de confianza en sí misma. Expresa sentimientos de inadecuación, insatisfacción, indefensión e infelicidad, además de sentimientos de vergüenza, culpa y tendencia a la autocrítica excesiva. Posee baja autoestima y un elevado nivel de estrés negativo”, resumieron los expertos.

Lo que disfrutaba la adolescente era estar sola, escuchar música y escribir, todas actividades para las que se aislaba.

En esas entrevistas, ella habló sobre Alice. Dijo que era producto de su mente, que al principio la acompañaba en diálogos, “pero con el transcurso del tiempo se fue tornando agresiva y comenzó a insultarla y a ordenarle conductas violentas, entre ellas matar a sus padres”.

Los forenses destacaron cómo por su propia iniciativa ella acudió al servicio de Salud Mental de la localidad cordillerana en busca de contención. Por eso, cuando Salud Mental del Castro Rendón, con su paradigma, la mandó a vivir por su cuenta, el final era sumamente previsible. Meses después, se tomó conocimiento de que la joven había puesto punto final a su vida y, con ella, a Alice.

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