Para librarnos del coronavirus proliferan todo tipo de supuestas soluciones. Hay métodos químicos como la desinfección con ozono, tratamientos de luz ultravioleta y opciones que ‘fríen’ al bicho a base de elevar la temperatura... Pero, ¿cuáles tienen base científica? Repasamos la eficacia de varias fórmulas que prometen acabar con el tan recalcitrante –y aún desconocido– SARS-CoV-2.
¡Bendita desescalada! Por fin vuelven las cañas con los amigos, las escapaditas al Pirineo, los paseos sin madrugones y, por supuesto, los martes de Milenio. Pero no todo el monte es orégano. En esta vuelta a la ‘nueva normalidad’ están apareciendo un montón de supuestas soluciones para acabar con el dichoso coronavirus que no tienen ningún fundamento científico. Todos estos cachivaches crean una sensación de falsa seguridad que es peligrosísima y podría acelerar la temida segunda ola de la epidemia. ¡No temáis! Vamos a repasar los métodos más comunes y descubrir qué opinión tienen los expertos sobre su eficacia.
El ozono es un gas compuesto únicamente por átomos de oxígeno, unidos de tres en tres. Tiene un característico olor a tormenta. Este gas se utiliza a menudo como desinfectante contra bacterias y virus. Como el cloro, es un gas muy oxidante que daña las proteínas, las grasas y los ácidos nucleicos (el ADN y el ARN). Pero precisamente por este motivo es peligroso usarlo sin ton ni son. Porque no solo destruye los organismos patógenos, también puede atacar a nuestras células. De hecho, el ozono es uno de los contaminantes más frecuentes en el esmog, esa nubecilla de porquería que recubre las grandes ciudades. Incluso a concentraciones muy bajas, el ozono puede inflamar nuestro sistema respiratorio. Un estudio de la Universidad de Cambridge demuestra que los altos niveles de ozono están relacionados con una mayor incidencia de la covid-19. Vamos, que es peor el remedio que la enfermedad. Por eso el Ministerio de Sanidad no recomienda usar difusores de ozono ni nebulizadores. En primer lugar, porque pueden ser peligrosos. Y, además, porque te dan la impresión de estar súper protegido cuando en realidad estos dispositivos no han demostrado su eficacia. El Centro de Prevención de Enfermedades estadounidense lo deja bien claro: "No es bueno utilizar generadores de ozono en espacios cerrados". Según informan en su página web, para que este gas destruya virus, bacterias y hongos tienen que alcanzarse unas concentraciones que también son tóxicas para los humanos.
Además de los difusores de ozono, en algunos sitios empiezan a utilizarse lamparitas de luz ultravioleta, a lo CSI, para desinfectar las superficies. Siento deciros que esta solución tampoco funciona. Como con el ozono, en el fondo hay algo de verdad. La radiación ultravioleta sí que destruye a los coronavirus como el que provoca el SARS, y cabría esperar que también elimine a su ‘primo’ el SARS-CoV-2, causante de la covid-19. Sin embargo, igual que hay diferentes colores de luz visible, también hay diferentes colores de luz ultravioleta. Y no todas valen para eliminar virus. Para que una lámpara sea eficaz tiene que producir radiación ultravioleta de tipo C, la más energética y peligrosa. Los rayos UVC producen daños irreversibles en las estructuras biológicas –especialmente en el código genético– y por eso llevan mucho tiempo usándose como desinfectante. Pero, una vez más, no son un juguete. La luz UVC puede quemarnos los ojos o la piel muy rápidamente. Es muchísimo más intensa que la luz que nos quema en la playa (los famosos rayos UVA) y siempre debe utilizarse con la máxima precaución y los equipos de protección adecuados. Irradiarla sobre la piel es una irresponsabilidad. Las lámparas que circulan por los comercios emiten radiación UVA, que vale para comprobar si un billete es auténtico o si llevamos el sello de la discoteca, pero no para matar al coronavirus. Como con los nebulizadores, los expertos advierten que lo más peligroso es la falsa sensación de seguridad que generan.
Otro método que se ha propuesto para eliminar el coronavirus sin tener que utilizar productos de limpieza es la llamada ‘desinfección térmica’. Básicamente, subir la temperatura hasta que al bichillo le dé un golpe de calor fulminante. Según un informe elaborado por el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias de Barcelona, parece que funciona bastante bien contra el coronavirus. Tras 52 minutos a 56 grados (o tan solo 7 minutos a 65 grados) se elimina el 99,99% de los virus; la misma cantidad de virus que destruyen los biocidas químicos como la lejía. Hasta ahora, se asumía que 15 minutos a 56 grados eran suficientes, porque esas eran las condiciones que inactivaban al virus que causó la epidemia de SARS en 2003. Esto confirma que es muy mala idea extrapolar los conocimientos que tenemos de otros virus y aplicarlos al nuevo coronavirus. La desinfección térmica no es muy práctica para esterilizar bares y restaurantes, pero podría ser una alternativa para desinfectar autobuses, taxis y ambulancias. De hecho, ya se utiliza esta técnica para esterilizar camiones de transporte de ganado y, ahora, los investigadores trabajan para adaptar sus sistemas de desinfección térmica para vehículos públicos.
Como ya descubrió nuestro ingenioso hidalgo, el bálsamo de Fierabrás no funciona, solo da cagalera. No existen los remedios milagrosos. Estos días, lo mejor es andar con pies de plomo y desconfiar de los mensajes que te llegan por grupos de Whatsapp. Sobre todo si, como los anuncios de cremas, solo usan terminología científica para confundirte y convencerte de su supuesta eficacia.
Mucho ojo con los rumores, tampoco es verdad que las mascarillas produzcan hipoxia, ni que el 5G haya causado esta terrible pandemia (aunque lo diga Miguel Bosé), ni que sea recomendable desinfectar las mascarillas en el microondas. De hecho, esto último es hasta peligroso, porque lo mismo incendiáis la casa sin querer.
Por último, tened paciencia. Nos enfrentamos a una enfermedad de la que no sabíamos absolutamente nada hace apenas seis meses. Los investigadores trabajan contra reloj para obtener respuestas, como si el coronavirus se transmite (o no) por el aire. También buscan sin descanso una vacuna o un medicamento eficaz contra el SARS-CoV-2, pero todo lleva su tiempo. Lo mejor es seguir las indicaciones oficiales del ministerio, mantener la distancia de seguridad, llevar mascarilla y siempre, siempre, siempre lavarnos las manos con agua y jabón.
Es complicado encontrar fuentes fiables cuando buscamos información de un tema tan novedoso como el coronavirus. Cuesta separar el grano de la paja. Por eso, lo mejor es acudir siempre a sitios web que publiquen información contrastada y actualizada, como el Ministerio de Sanidad o el Centro de Prevención de Enfermedades de EE. UU., que traduce todos sus contenidos al castellano. También están haciendo un trabajo fantástico la Agencia Sinc – la agencia estatal de noticias científicas – y algunos verificadores de información independientes como, por ejemplo, Maldita Ciencia. Ambos cuentan con equipos de periodistas y comunicadores especializados en ciencia que comprueban los datos y consultan con expertos especializados.
Además, algunos verificadores de información independientes también atienden consultas por correo electrónico y Whatsapp. Ante cualquier duda, ¡pregúntales!
Fernando Gomollón-Bel Químico y divulgador científico @gomobel
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